martes, 17 de diciembre de 2019

"Adiós a Berlín", de Christopher Isherwood


Traducción de María Belmonte.                                  

Editorial Acantilado, 2019 (2ª edición; 1ª en 2014).
261 páginas.


Cuando empecé a leer este libro pensé que estaba ante una novela ligera, irónica y elegante, mundana, llena de observaciones chispeantes, algo cotilla, que me permitiría pasar un delicioso tiempo en su compañía y me dejaría poca huella. Conforme avanzaba me di cuenta de que esto último no era cierto. Adiós a Berlín tiene más miga de la que parece.
Es el resultado de la mirada de un inglés de buena familia, el mismo Isherwood, sobre la ciudad alemana entre 1930 y 1933, un período en el que se cocía la inminente irrupción del nazismo. Se instaló en Berlín con 26 años, sobrevivió dando clases de inglés, trabó amistades, algunas peligrosas, y fue testigo directo del inicio de las transformaciones sociológicas que tuvieron lugar.
Christopher Isherwood
Algunos consideran Adiós a Berlín como un libro de cuentos, pues se estructura mediante seis relatos que poseen cierta autonomía, pero yo lo veo como una narración continua, mezcla de ficción y realidad, al tener en cuenta los elementos comunes entre ellos y el propósito que contiene como conjunto que no es otro que colocar a la sociedad berlinesa bajo la lupa de una cámara y mostrárnosla. El libro se publicó por primera vez en inglés en 1939 y tuvo bastante impacto pues trataba temas, como la homosexualidad, velados hasta entonces en una sociedad victoriana convencional y pacata.
En el texto tienen una importancia fundamental los personajes y los escenarios. La pensión de Frau Schroeder acoge una población variopinta. La misma Frau Schroeder se divierte, junto con otra inquilina, colocando la oreja en el suelo para escuchar como el vecino de abajo muele a palizas a su mujer judía. La animadversión a los judíos se encuentra en el ambiente, y el autor muestra suficientes síntomas de ello, lo que explica la conducta pasiva de la población cuando estallaron los primeros brotes de brutalidad en los espacios públicos. Isherwood, que se inserta en el relato como un personaje más y es el relator, recrea la atmósfera cada vez más violenta de Berlín, cuenta cómo la maldad se extiende como una enfermedad que infecta el mundo actual, y cómo berlineses de bien, obligados a seguir viviendo allí, se iban aclimatando y aceptando las barbaridades que trajeron los nazis. Estos necesitaron solo 12 años para eliminar la atmósfera de libertad y de vanguardia cultural que poseía mientras fue capital de la república de Weimar.
Un personaje destacado es el de Sally Bowles, quizás porque fue interpretada por una inolvidable Liza Minelli en la película “Cabaret”. Se trata de una mujer despreocupada, que juzga a los hombres por sus habilidades amatorias, sus capacidades para los negocios y por sus riquezas. Una cabeza loca que aspira a tener un amante rico. Me parecen más interesantes los Landauer, familia judía propietaria de unos grandes almacenes, conscientes de la guerra iniciada contra ellos y del final que les aguardaba. Son interesantes las confidencias que el relator mantiene con Bernhard, gerente de los negocios, en torno a la reacción de los judíos frente a los desmanes nazis.
Asimismo, me ha gustado el capítulo dedicado a los Novak, una familia pobre alemana con la que vive un tiempo y que me ha recordado los relatos (cinematográficos) de denuncia social de Ken Loach, trasladados a la Alemania nazi, protagonizados por personas desoladas, hambrientas de amor y sexo, que malviven en un ambiente de desesperanza e ira.
En definitiva, una novela que transcurre con enorme facilidad gracias a esa prosa limpia propia del estilo anglosajón, tan grata al lector, pero que plantea temas profundos y responde, en parte, a esa pregunta que nos hacemos cuando nos acercamos a la Historia de Alemania del siglo XX: ¿cómo pudieron llegar a ocurrir aquellas atrocidades en una sociedad culta y avanzada?

María García-Lliberós


1 comentario:

  1. Si bien el autor acierta en la descripcion casi filmica de los personajes -unos atractivos y otros carentes de todo interés- y en el clima de creciente inseguridad que se respira en el Berlin de los años 30 con el auge del nazismo,el relato en ocasiones se resiente cuando aparecen en la trama los personajes más vulgares. Se lee bien pero nada más.

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