Traducción de Celia Filipetto.
11 euros, en papel
163 páginas
El conjunto de once
relatos incluidos en Las pequeñas
virtudes son una mezcla de ensayo y autobiografía de una autora que se muestra como una gran observadora de lo cotidiano y con una singular
capacidad deductiva.
El libro se desarrolla
en dos partes bien diferenciadas. En la primera los relatos giran sobre su pasado en una Italia en guerra (1930 a 1950: ascenso de Mussolini, persecución racial, lucha antifascista y ocupación alemana), en el que Ginzburg conoció el destierro, la guerra y la pobreza que genera, la muerte de su primer marico torturado en la cárcel de Roma, e impresiones sobre Inglaterra y los ingleses, donde pasó
estancias con su segundo esposo. En éstos, se muestra muy crítica con los ingleses, dejándose llevar por una antipatía manifiesta que merma el interés de los mismos.
Natalia Ginzburg |
La segunda parte es
mucho más reflexiva y consigue elevar a pensamiento moral y filosófico sus
deducciones obtenidas de la cotidianidad. En “El hijo del hombre” nos habla del
miedo. “Aquellos de nosotros que hayan sido perseguidos nunca volverán a tener paz”.
Miedo al timbrazo nocturno.
Me ha gustado mucho el
relato “Mi oficio” que define como escribir historias, inventadas o recordadas.
La memoria más la fantasía son sus herramientas de inspiración. Nos habla del
proceso de escribir y de cómo repercute en el autor y de la caza de personajes para urdir nuevas historias.
De nuevo en “Silencio”
se ve la profunda huella que dejó la guerra. El sentimiento de culpa
anidando en el interior porque “nos sentimos implicados en una historia cada
día más sucia”. Cuando se padece sensación de pánico, se calla ante las
atrocidades, y el silencio genera la culpa.
Los dos últimos relatos
-“Las relaciones humanas” y “Las pequeñas virtudes”- me parecen
complementarios. El repaso a las fases de la vida, desde la infancia a la
vejez, pasando por la adolescencia, juventud y madurez, basadas en observaciones
que aquejan a cualquier humano y a cualquier familia, está lleno de agudeza. La
elección de la persona adecuada con la que pasar el resto de tu
vida, no tiene desperdicio, al igual que la transformación que provoca la
llegada de los hijos, y la preocupación que transmite por educarlos en las
grandes virtudes (generosidad, indiferencia ante el dinero, saber gastar mejor
que saber ahorrar, etc.), son conclusiones de una madre con un criterio
personal y crítica ante el sistema. En definitiva, hay que “recorrer un largo
camino hasta llegar a tener un poco de misericordia”.
Un libro corto, íntimo y jugoso, amargo y tierno, perspicaz, que tal vez merezca más de una lectura para
sacarle todo el partido posible.
María García-Lliberós
No hay comentarios:
Publicar un comentario