Protagonizada por el comisario Kostas Jaritos, un policía tranquilo, honesto, con intuición detectivesca, paciente, padre de familia que, con sólo dos ayudantes y sin grandes gestos, consigue esclarecer cuatro asesinatos, llevados a cabo en la Atenas de 2010, en una ciudad azotada por la crisis económica. Una crisis que condiciona e influye en los tipos de delitos. Por algo, las víctimas forman parte del sistema financiero -dos banqueros, un director de hedge founds, un gerente de un empresa dedicada a cobrar morosos, personas todas que han generado mucho sufrimiento- y el asesino, en cierta forma, actúa con la comprensión de una opinión pública cabreada con éstos a los que hace responsables de la crisis y beneficiarios de la misma.
La doctora Kay Scarpetta es una forense respetada entre los policías de Nueva York y los agentes del FBI. Se enfrenta a dos casos relacionados entre sí: la desaparición de una mujer rica dedicada a las altas finanzas y la aparición del cadáver de una joven corredora en Central Park. Serán la punta del iceberg de una trama enrevesada cargada de perversidad sexual y un ajuste de cuentas con el pasado que alcanza al entorno de Scarpetta.
Ambas novelas son entretenidas y mantienen la atención del lector hasta el final. La de Petros Márkaris tiene la ventaja de ubicarse en un país mediterráneo, como el nuestro, y constituir un avance de los males que nos traerá (a los españoles) la intervención económica y que los griegos llevan padeciendo dos años. Me ha gustado especialmente como la novela incorpora al ambiente literario las consecuencias de la crisis en la población normal y corriente, en la familia de Jaritos, en el espíritu de los funcionarios de la policía que ven rebajados sus sueldos en más de 20% y eliminadas las pagas extras.
La novela de Patricia Cornwell, ubicada en Nueva York, respira en otra onda y deja demasiadas cosas a resultados de la tecnología. Scarpetta pertenece a un cuerpo dotado de todos los avances de la electrónica y las telecomunicaciones. La novela abusa de esta jerga y descansa en exceso en informaciones obtenidas desde un despacho, hasta el punto de tener la impresión de que la tecnología suple a la inteligencia deductiva.
En cualquier caso, dos ejemplos, diametralmente opuestos, de por donde camina la novela de género en la actualidad. Ambas son recomendables.
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