miércoles, 29 de julio de 2020

Comentario de Rafa Marí sobre "la función perdida", novela de María García-Lliberós

Siempre nos quedará la lectura

La pandemia y las altas temperaturas serán agobios menos angustiosos si tenemos entre las manos libros y prensa

RAFA MARÍ
CLa palabra 'casi' nos salva de las generalizaciones abusivas. Decir
'Casi todos sobreactúan en las redes sociales' es más preciso que decir 'Todos sobreactúan en las redes sociales'. Pero los 'casi' no quedan bien en los titulares. Este verano la pandemia y las altas temperaturas serán menos angustiosas si tenemos entre las manos libros y prensa. Por un rato y con ese apoyo, (casi) todos podremos olvidar los agobios de la realidad.
Es la última novela de María García-Lliberós ('Equívocos', Premio de la Crítica Valenciana, 1999; 'Babas de caracol', 2006 y 2014; 'Como ángeles en un burdel', Premio Ateneo de Sevilla, 2002; 'Lucía o la fragilidad de las fuertes', 2011...). Leo las 358 páginas de 'La función perdida' en la segunda edición de Sargantana (diciembre, 2017). Un monólogo de Emilio Ferrer, personaje de ficción cuyas vivencias -y los empresarios, políticos y abogados que las pueblan- 'suenan' a muchas cosas ocurridas en Valencia estas últimas décadas.
Mi madre Julia, cuando tenía mucho interés en conservar algo, unos pañuelos por ejemplo, los guardaba tan bien que luego, siendo una mujer de rutinas, se le olvidaba dónde lo había hecho. Se pasaba días murmurando: 'On hauré deixat jo els mocadors?».
Tenía tanto interés en 'La función perdida' que la escondí en un sitio especial. Días después no recordaba cual era. Igualito que mi madre. Estuve dándole vueltas al tema hasta que sospeché haberlo guardado en el altillo de un armario. Inspeccioné. Había allí dos libros. El poemario 'Una grieta en el tiempo', de María Teresa Espasa, editado por Verba Manent («Si me prestas tu vida y tus zapatos, / te enseñaré a amar y caminar»; «Yo no inventé a los hombres audaces/ cuyos sueños se malogran/ entre días de vino, pasión/ y nubes grises. / Solo creí»). Y ¡por fin!, 'La función perdida'. Leí la novela en tres tardes, ajeno durante su lectura al Covid-19 y a las altas temperaturas (evito el aire acondicionado, su zumbido me inquieta). La primera tarde leí con interés las iniciales 110 páginas de 'La función perdida'. Poco a poco el relato iba ganando mi atención. Auto-radiografía existencial de un jubilado que en sus años laborales había sido un hombre influyente como Jefe del Área de Proyectos de la Dirección General de Infraestructuras.
La pasión llegó en la segunda tarde, con sus magníficos pasajes de duros reproches familiares entre Emilio y su hija Adela, momento alto que me recordó el cine de Ingmar Bergman: la amarga conversación de padre e hijo en 'Saraband' (2003): "Padre, ¿por qué nunca me has querido?"); el rencor de Liv Ullmann hacia su famosa madre, Ingrid Bergman, en 'Sonata de otoño' (1978).
Las sorpresas me aguardaban en la tercera tarde. García-Lliberós abandona el tono severo para darle a su novela unos ribetes de comedia sexy (las vacaciones en Malta; la boda de Guillermo con su asistenta chilena) o de intriga (el acoso en la escuela a la nieta de Emilio; el espionaje de Emilio a unos vecinos).
La fecundidad de García-Lliberós para imaginar sub-tramas es formidable. Las historias paralelas de 'La función perdida' podrían protagonizar otras novelas. Pero yo me quedo con los abismos familiares de sus relatos. Es una sabia conocedora de la condición humana, sus miedos y coartadas. Narrando esos enfrentamientos, María es muy grande y muy honda y veraz.

Rafa Marí