miércoles, 13 de octubre de 2010

La novela "Dublinesca", de Enrique Vila-Matas













Ed. Seix Barral, marzo 2010, 1ª edición.

325 páginas. 19,00 €.

Me ha ocurrido algo curioso con la lectura de Dublinesca: me lo he pasado muy bien, contiene cantidad de pensamientos inteligentes, rezuma ingenio y buen humor, está maravillosamente escrita y, sin embargo, no tengo la seguridad de haber entendido lo que nos quiere decir. No es extraño, porque algo parecido me sucedió con el Ulysses de James Joyce (libro que conseguí terminar de mayorcita y a la tercera intentona), al que Vila-Matas homenajea, y en el que se inspira, con este texto sutil y divertido (bastante más que el de Joyce), en el que mezcla géneros, pues es una novela con más de un ensayo en su interior.

El relato pivota en torno a Samuel Riba, y es de justicia destacar el trabajo extraordinario realizado en el diseño de este personaje que consigue acaparar la ternura y tolerancia de los lectores. Riba, con todos sus defectos, resulta encantador. Debió ser un bicho de cuidado en su época de editor prestigioso, culto, con un catálogo de primera, con poder auténtico e influencia entre las élites culturales, pero la novela comienza cuando ha cumplido los sesenta, ha perdido la editorial y está jubilado. Convertido en un hikikomori -o autista informático- cascarrabias e inactivo, vive instalado en una atmósfera de fin de trayecto. Reflexiona sobre lo que ha sido su vida de editor, de los que todavía leen, al acecho siempre del descubrimiento del autor genial, frustrado por no haberlo encontrado, obsesionado por volver a Nueva York, el centro del mundo, y no morirse de pena, capaz de organizar un viaje a Dublín para tener algo que contar a sus padres (porque es hijo único y los visita cada miércoles), temeroso de Celia, su mujer recién convertida al budismo. Riba es vulnerable y, al mismo tiempo que se compadece de sí mismo y pide compasión, se las ingenia para obligarse a entusiasmarse con la vida e incluso siente nostalgia por el pasado no vivido.

El viaje a Dublin, con el pretexto de organizar un funeral por el fin de la era de Gutemberg o de la buena edición literaria (frente a la pujanza de la era de Google), coincidiendo con el Bloomsday, permite a Vila-Matas, no sólo darnos una interpretación de los pasajes fundamentales de la obra de Joyce (más fresco y llevadero que los habituales académicos), sino una teoría sobre los lectores con talento, el oficio de editor y el de escritor, temas siempre presentes en su obra (véase otros títulos como “Extraña forma de vida”, “París no se acaba nunca” o “Bartleby y compañía”) y evidenciar una vastísima cultura libresca, transmitiéndonos incluso las emociones de sus lecturas, extensible al mundo del arte en general que el tono disparatado de la novela lo aleja de cualquier viso de pedantería. También contiene un análisis pesimista del mundo actual, de una sociedad que avanza a pasos agigantados hacia la estupidez (“todo se está acabando. No queda otra cosa que una gran masa analfabeta creada deliberadamente por el Poder, una especie de muchedumbre amorfa que nos ha hundido a todos en una mediocridad general”, pag. 178).

La novela, narrada en tercera persona, desde el interior de Riba, desvela la percepción íntima de la tragedia de envejecer, la prueba de que la vida es un proceso de demolición en el que los principales golpes proceden de uno mismo al comprobar que ya no se es quién era.

Si Joyce en Ulysses relató las peripecias de Leopold Bloom durante un día, Vila-Matas relata las de Samuel Riba, con similar crueldad irónica, durante tres meses (mayo, junio y julio que dan título a las tres partes de la novela), tal vez porque comparte con el primero que la vida es una sucesión de trivialidades, carece de sentido y luchar contra la melancolía es hacerlo por la supervivencia.

Extraña novela que no deben dejar de leer.

jueves, 7 de octubre de 2010

¡HURRA POR VARGAS LLOSA!

Por fin ha llegado el Nobel para uno de los más grandes escritores en lengua española. Les ha costado, pero han hecho justicia, porque de Vargas Llosa se pueden decir muchas cosas, se puede discrepar de sus posiciones ideológicas, mientras es imposible negar el talento literario que hay detrás de su obra.
"Pantaleón y las visitadoras", "Conversaciones en la catedral", "La casa verde", "La guerra del fin del mundo", "La tía Julia y el escribidor", "La fiesta del chivo", por citar las que más me han gustado, son novelas que pasarán a la Historia de la Literatura, por su complejidad estructural, por la fuerza de la prosa, la personalidad de los personajes, el sentido del humor y de la tragedia.
Hoy es un gran día y, como lectora, la noticia me ha llenado de felicidad.