Editorial Punto de Vista
editores, 2016.
226 páginas.
Al título enigmático de este
libro añade su autor, el historiador cultural -¡qué hermosa expresión!- y catedrático
de Historia Contemporánea Justo Serna, las palabras “Ensayo sobre la historia”.
Es un ensayo sobre la historia entendida como una disciplina académica, un
proceso de investigación sujeto a protocolos exigentes que garanticen su rigor,
un relato consecuencia de esas indagaciones previas y, también, es algo más. Es un ensayo sobre la
figura del historiador, su actitud ante su trabajo y su responsabilidad con la
sociedad.
A los historiadores profesionales
se les conoce poco. Encerrados en sus Universidades, dedicados a impartir
clases, dirigir tesis o a escarbar en archivos los legajos del pasado, cuya
información sustentarán sus próximas publicaciones dirigidas, en primer lugar y
en ocasiones en único lugar, a sus colegas, parece que se mantienen al margen
del curso de los acontecimientos que afectan a la sociedad y que pasarán, en
breve, a ser históricos y, en consecuencia, material de sus estudios. El
profesor Serna, con un lenguaje asequible, tiende un puente hacia el mundo no
académico, se nos muestra, y nos ofrece un pensamiento inquieto, rebelde y
reivindicativo.
Justo Serna, historiador cultural. |
Me han gustado bastantes cosas de
este ensayo: la sorpresa por la variación de temas que aborda; la forma como lo
hace, con un engañoso desorden, como si se hubiese permitido el gusto (y el
lujo) de dejar que los pensamientos fueran fluyendo de su mente y de ésta a la
pluma, sin encorsetarlos en un esquema premeditado; la defensa a ultranza del
rigor científico y la mayor defensa, si cabe, de la necesidad de relatar con
una prosa cuidada, con auténtico estilo capaz de seducir al lector más exigente.
Se acerca mucho a los escritores de novela, a pesar de que estos últimos se zambullen en la mentira –toda ficción lo es- y el historiador
pelea por mostrar la verdad. Ambos, sin embargo, se someten a la prueba de la
verosimilitud y belleza del relato. El autor cita a los novelistas que más
pueden haberle influido: Antonio Muñoz Molina, Javier Cercas, Umberto Eco,
entre otros.
El pasado no existe, es cierto,
pero ha existido y el peso del mismo se deja ver en todas nuestras
manifestaciones individuales y sociales. Conviene conocerlo porque el progreso
está cimentado en el saber acumulado por anteriores generaciones. No sólo para
no repetir errores, algo a lo que tan aficionados somos los humanos, sino para
vivir mejor. Lo que también conecta con otra obsesión de Justo Serna, la del
papel de los intelectuales en la conformación de la opinión pública, su gusto
por escribir en prensa y las diferencias que se plantea cuando se dirige a un
público ajeno al mundo universitario. En este sentido resultan muy esclarecedoras las tres
entrevistas que le realizaron en 2007, 2009 y 2012, por María Canelles, Liriana
Carrera y Alejandro Lillo, respectivamente, que se incluyen en la última parte
del libro.
La lectura de El pasado no existe me ha proporcionado
unas horas de ejercicio intelectual placentero, por las cuestiones que plantea, por sus respuestas y, como parte del público no
académico, me ha reconciliado con el género ensayístico. Buenas razones para
sugerirles que lo lean.
María García-Lliberós