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De Miguel
Sanfelíu (Tenerife, 1962) conocía su faceta de cuentista. Recuerdo con gusto Los pequeños placeres (2011), un libro
que recoge 21 relatos breves en los que demuestra poseer talento para este
género. Ahora nos sorprende, gratamente, con su primera novela, Parece que cicatriza, que toma como
protagonista a Roberto Ponce, un joven que aspira a ser escritor porque ha
idealizado la vida del escritor pero que se resiste a acometer la tarea de
escribir.
La primera parte
de la novela cubre el año de plazo en que este joven soñador se ha impuesto
para triunfar como novelista, un dato que muestra su absoluta ignorancia del
sector. En ese tiempo se integrará en el ambiente de los bohemios fracasados,
con alguna excepción, de los trasnochadores, bebedores, solteros, unidos por
esa vocación de convertirse en artistas. Acudirá con asiduidad al tugurio “El
cubo de la basura”, conocerá a Sonia de la que se enamorará permitiendo que le
saque los cuartos, a Mendoza, un pintor que no llegará lejos, a Eladio, un
poeta que conseguirá publicar un libro y a Sonny Hog, un cantante algo
descerebrado que alcanzará el éxito. Nos encontramos en la España en la que
todavía se pagaba en pesetas. Pero esos contactos no le harán perder su miedo
al fracaso.
Me ha gustado
este comienzo y las reflexiones realistas que contiene sobre el oficio de
escribir, el buen humor que destila, la frescura de la prosa para transmitirnos
la atmósfera intelectual, canalla y nocturna de una ciudad como la nuestra,
porque el autor, aunque canario, reside en Valencia desde tiempo y al lector de
aquí no le costará identificar ciertos barrios del centro.
La segunda parte
arranca 25 años más tarde, cuando Ponce, padre de familia y oficinista, al ver
una entrevista en televisión de Sonny Hog, ídolo de su hija, recuerda el pasado
anterior al abandono de su sueño y a la resignación. Regresa al barrio, ahora
en decadencia, fantasmagórico, ruinoso. Recupera el contacto con algunas de las
personas que fueron importantes para él en aquel año lejano, y reflexiona en
cómo las circunstancias cambian a lo largo de la vida. Comprende de golpe que
no hará jamás cosas que ansió hacer en su juventud porque se encuentra atrapado
en un engranaje que impone sus normas y del que es difícil escapar.
Una novela
intensa que escarba en las heridas que provoca la renuncia a los anhelos, a los
autoengaños, incluso, que nos hicieron tan felices. Un texto que muestra el
desgaste que produce aceptar la cotidianidad impuesta por una obligación, la de
ser padre de familia, que permanece cuando ha muerto la pasión que la creó.
Sentimientos muy próximos que, en algún momento de nuestra vida, nos han
afectado a todos.
Una historia sin
dobleces y rica en matices, contada con un lenguaje sencillo y una prosa limpia
que fluye con gracia.
Reseña publicada en POSDATA, suplemento cultural de LEVANTE, el 19.12.2014