Ediciones del Viento, 2013
235 páginas. 18,00 €.
Juan Ramón Barat
(Valencia, 1959) amplía su registro literario con esta primera novela negra,
ganadora del XVII Premio de Novela Ciudad de Salamanca. Lo hace con valentía y
solvencia. Infierno de neón se lee
con interés porque aborda un tema que es noticia, cada día más frecuente, en
los medios de comunicación. El rapto y trata de mujeres, de cualquier raza y
color, para obligarlas a
prostituirse es un negocio que mueve cantidades
ingentes de dinero y está dando lugar a la proliferación a lo largo de los
municipios costeros, sobre todo, de burdeles que son auténticas cárceles donde
las mujeres se ven sometidas a humillaciones, daños corporales y amenazas de
muerte.
El escenario
geográfico es la costa de Murcia, aunque igual podría haber sido la valenciana,
una zona machacada por la especulación inmobiliaria en los años del espejismo
económico y el despilfarro, que ha dado cobijo al asentamiento de mafias,
organizadas en férreas jerarquías, integradas por criminales sin alma, en las
que un error se paga con la vida, dedicadas a la explotación sexual –de mujeres
jóvenes, pero también adolescentes y niños- el tráfico de estupefacientes, el
lavado de dinero negro a través de inversiones inmobiliarias, y hasta la venta
de videos por internet conteniendo grabaciones de asesinatos en directo.
La fuerza de Infierno de neón se encuentra en la
verosimilitud del entramado mafioso y sus procedimientos. El autor ha hecho un
buen trabajo de documentación. La infiltración de topos, mediante sobornos, en
la policía, la judicatura, entre los políticos, empresarios locales y funcionarios,
les permite trabajar con unos márgenes de impunidad altísimos. Los métodos para
engañar a las jóvenes, procedentes de países y familias pobres, y convertirlas en prostitutas, dan lugar a las escenas
de mayor violencia, estremecedoras, precisamente,
porque el lector las cree a pies juntillas. Ponen los pelos de punta y la
novela, cumple así, una labor didáctica y de denuncia pues son los clientes de
esos burdeles del siglo XXI los que a fin de cuentas financian la moderna
esclavitud de las mujeres en el mundo desarrollado.
En cuanto a los
personajes, la novela se ciñe al patrón del género y cumplen su función en el
argumento. Matías Vidal, el pobre hombre abandonado por su esposa, profesor de
filosofía y triste filósofo, testigo involuntario del asesinato nocturno de dos
suramericanas, convertido en objetivo a eliminar por
la trama criminal y en pequeño héroe romántico en su lucha por sobrevivir. El
honesto inspector Corrales, a punto de jubilarse con la sensación de fracaso,
al haber dedicado su vida a la persecución de delincuentes en una sociedad que
favorece su crecimiento. Proteger a Matías se convierte en tarea titánica, al
igual que desmontar el entramado mafioso. Sin embargo, son los perfiles de la
pareja de policías corruptos, de Pepe el Negro, el Peque y el gitano Torres,
Pancho Carrasco, Cesare Parelli y el resto de componentes de la banda los que
surgen con potencia y generan mayor tensión en la lectura. Un conjunto de
violadores, torturadores que gozan con el terror de las mujeres, asesinos,
serviles con el jefe y crueles con los subordinados. Actúan con frialdad, sin permitir que los sentimientos se alojen sus espíritus. Saben
matar y eliminar los cadáveres sin dejar huellas. Son profesionales del mal.
Para finalizar,
una nota: España se ha perfilado en las últimas décadas como destino preferido
de estos grupos criminales. Infierno de
neón nos coloca frente a lo que es, también, parte de nuestra realidad. Por
eso conviene leerla.
María García-Lliberós
Reseña publicada en POSDATA, suplemento cultural de lEVANTE-EMV, el viernes 7 de febrero de 2014.