Editorial Salamandra, 2008
Traducción del alemán de Carlos Fortea
827 páginas.
En papel: 25,00 €
ebook: 10,44 €
Este novelón lo he tenido en espera de lectura durante varios años, desde su aparición en 2008. Su excesivo volúmen me producía cierto rechazo. Este verano, con tiempo, y mientras las bombas caían de vez en cuando sobre la bella ciudad de Damasco, me decidí a abordarlo. Tal vez con la pretensión de comprender lo que allí está pasando. Su autor es sirio, nacido en el barrio cristiano de Damasco, exiliado en Alemania, nostálgico de su país y de su ciudad.
La historia que nos cuenta es sencilla y nos recuerda la de Romeo y Julieta trasladada sobre un suelo oriental: Farid y Rana se conocen y se enamoran sin saber que ambos pertenecen a familias poderosas y enemigas irreconciliables. Pleitos de sangre entre ellas se han sucedido entre varias generaciones. Al hilo de la historia de estas dos personas, destinadas a sufrir penalidades por causa de su amor, y de sus respectivas familias, Rafik Schami elabora un tapiz variado y multicolor compuesto de relatos, a las que tan aficionados son los árabes, con numerosos personajes que muestran la riqueza y la complejidad de esta sociedad.
Varias cosas me han llamado la atención. Por un lado, el desconocimiento abismal que tenemos de los árabes en general y los sirios en particular, y la cantidad de tópicos que han sustituido a su auténtica esencia. En Damasco conviven diferentes comunidades -la cristiana católica, la cristiana ortodoxa, la copta, la musulmana, unos más radicales que otros, la judía- conformando barrios diversos y haciendo difícil su gobernabilidad. Los damascenos están habituados a la corrupción. El soborno, en muchas ocasiones, es la única forma de conseguir lo que se quiere. Los gobiernos duran poco, al menos en el período que abarca la novela que se extiende por parte del XIX y hasta 1970, aproximadamente y tiene prisa en hacer efectiva su labor de rapiña. Después de leer este libro, me parece más extravagante la idea de europeos y americanos con sus pretensiones de exportar la democracia, como si ésta fuera fácilmente exportable.
También me ha llamado la atención el comportamiento de las mujeres que, si bien están sometidas por completo al hombre y no cuentan para nada en la toma de decisiones, muestran en la novela una capacidad para burlarlos sorprendente e insospechada. La protagonista Rana mantiene relaciones sexuales clandestinas con Farid casi desde que se conocen. La obligan a casarse con un pariente que, con el consentimiento de la familia de Rana ante su frialdad hacia él, la viola previamente en el salón de su casa a fin de que el matrimonio lave luego la ofensa. Pero ni siquiera de recién casada deja de ver a su amante y aprovecha las ausencias de su marido -un militar que tiene que viajar bastante- para llevar a cabo cuatro abortos, decidida a no tener hijos de un hombre al que no ama. Toda esta complicidad femenina que hace posible tanta sensualidad me costaba de creer. Porque no sólo es el caso de Rana. En la novela, la mayoría de las mujeres casadas mantienen otras relaciones.
Los protagonistas son cristianos católicos y, sin embargo, la ausencia del concepto de pecado en ellos es evidente, lo que permite que la entrega a los juegos amorosos resulte más deshinibida que en la sociedad española en la misma época.
En fin, una novela que se lee con enorme interés, a pesar de que le sobran páginas (bastantes) y habría agradecido que el autor no se hubiera ido por las ramas contando historietas prescindibles por completo. Profundiza en las características de los regímenes políticos que fueron sucediéndiose en Siria, en el uso de la represión policial acostumbrado a la tortura, en las costumbres públicas y privadas de los damascenos, transmite amor a Damasco. Como lectora, las noticias que nos siguen llegando cada día desde allí me resultan ahora más dolorosas.
Es un libro que vale la pena y que merece una reseña, aunque ya no sea una novedad literaria.